El mito de “La noche de los lápices”
A
poco de haberse cumplido un nuevo aniversario de los sucesos que
llevaron por nombre “La noche de los lápices”, dogma setentista
ineludiblemente conmemorado en los ámbitos educativos año tras
año, es dable efectuar un riguroso análisis que al tiempo que nos
aleje de la estrafalaria historieta, nos aproxime a la verdad
histórica.
En efecto, el mito de marras es la crónica –supuestamente
real-, primero hecha libro (escrito por M. Seoane y H. R. Nuñez) y
luego película (dirigida por Héctor Olivera), de un simpático
grupo de inquietos adolescentes que bregaban por una inocente y
solidaria rebaja del boleto estudiantil, siendo sus travesuras
más osadas dejarse el pelo largo y pronunciar consignas a favor de
los pobres.
Por estas y no otras razones, los intolerantes militares los
secuestraron, torturaron y por último los mataron a todos menos a
uno de ellos, Pablo Díaz, quien sobrevivió para luego contarnos a
nosotros lo presuntamente ocurrido. Con este maniqueísmo
desmesurado y rayano en lo grotesco, el filme de Olivera se
constituyó en un clásico del cine argentino, sin que
prácticamente nadie se atreviera a contrastarlo.
Vale destacar que el peso específico del mito de tal
envergadura, que además de proyectarse la cinta de La noche de los
lápices en todos los institutos educativos todos los 16 de
septiembre (día en que hipotéticamente sucedieron estos hechos),
increíblemente la legislación nos impone: “Instrúyase en la
provincia de Buenos Aires el 16 de septiembre de 1976 como día de
los derechos del estudiante Secundario”.(1)
Asimismo para esta fecha los alumnos deberán practicar con sus
profesores extensos “debates” (que de debates no tienen nada
puesto que hay un discurso único e incuestionable) y charlas
referidas al acontecimiento. Inclusive existe una canción
alusiva compuesta por el cantautor canario Rogelio Botanz, que
entre otros desvaríos dice: “Desde entonces, saco punta a la
memoria, con crayones, a colores, te dibujo una canción, que es un
corazón con su flechita y Claudia y Pablo, a cada lado, para siempre
un mismo amor. Claudia, sabrás… desde entonces San Silvestre es el
patrón de recordar y cada noche de los lápices escribe una vez más en
la cola de un cometa: ‘DONDE ESTÁN?’”. No debiera extrañarnos si el
extravagante “Piti” Álvarez o los rústicos “Pibes Chorros” en su
próximo single lucran también con la memoria de “los chicos de la
noche de los lápices”. ¡El setentismo es un mercado de infinitas
posibilidades!
Empero, lo cierto es que la versión oficial de La noche de los
lápices se asemeja más a una novela del galán Pablo Echarri que a un
suceso histórico. En rigor, al parecer ni Pablo Díaz fue el único
sobreviviente, ni el grupo de estudiantes que fueran detenidos
por las fuerzas del orden eran muchachos inofensivos que tan sólo
pedían una rebaja en el boleto estudiantil.
Miles y miles de jóvenes participaron de aquellas
manifestaciones que tuvieron lugar un año antes de las
detenciones (en 1975), por lo que resulta absurdo creer que las
Fuerzas Armadas y sus aceitados aparatos de inteligencia hayan
podido detectar a tan sólo diez de ellos y con un año de dilación.
Entonces es dable preguntarse: ¿Por qué algunos fueron detenidos y
otros no? ¿La lucha por el boleto estudiantil, como reza el mito, fue
la causa del trágico destino de estos jóvenes?
Con destacable honestidad y efectuando un homenaje
respetuoso a su hermana caída en la guerra revolucionaria, más
precisamente en el hecho que estamos analizando, el ex montonero
Jorge Falcone (hermano de María Claudia, la co-protagonista del
filme), señala que: “Mi hermana no era una chica ingenua que peleaba
por el boleto estudiantil. Ella era toda una militante convencida
[…]. Ni María Claudia ni yo militábamos por moda. Nuestra casa fue
una escuela de lucha. […] La construcción ideológica de María
Falcone y de quien les habla no fue libresca. […] Nadie nos usó ni
nadie nos pagó. No fuimos perejiles como dice la película de Héctor
Olivera…fuimos a la conquista de la vida o la muerte”.
Dejando constancia de las razones reales de la detención de su
hermana, Jorge Falcone agrega que “en el departamento donde cayó mi
hermana se guardaba el arsenal de la UES de La Plata. Mi hermana no
cayó solamente por el boleto secundario… La compañera María Clara
era su responsable. No se agarraron a los tiros con el pelotón que
las fue a buscar por no hacer mierda a los vecinos en un edificio
de departamentos. No porque no querían o no podían”.
El ex guerrillero adiciona también una anécdota importante
sobre el estreno del falsario filme: “Cuando se dio la película, yo
fui llevado en andas con Pablo Díaz, el sobreviviente, del cine al
Obelisco. Allí dije que mi hermana estaba en la clandestinidad con
documento trucho, que respondía a una orgánica nacional
revolucionaria. Eso puso a todos nerviosos. No querían escuchar
esas cosas”. Finalmente, por si dudas quedaran, Falcone sentencia:
“Mi hermana no era una Caperucita Roja a la que se tragó el lobo
[…]. Era una militante revolucionaria. […] Era miliciana. El
miliciano era un tipo que podía revolear una molotov en un acto
relámpago… También podían hacer una acción de apoyo a un acto militar
de mayor envergadura”. Y al respecto, ejemplifica: “Como cuando
participamos en una serie de actos relámpago que sirvieron de
cerco (nos enteramos después) en agosto del ‘75 para el hundimiento
de la Fragata Santísima Trinidad”. (2)
¿No sería más lógico pensar que Claudia pudo haber sido detenida por
haber participado de este atentado terrorista y por poseer en su
hogar un arsenal de guerra de la UES en lugar de ser perseguida por
una insulsa manifestación estudiantil?
El 15 de septiembre de 1998 el diario de tendencia marxista
Página 12 sorprendía a todos haciendo un reportaje a Emilce Moler,
una de las “jóvenes sensibles” vinculadas a los sucesos de La
noche de los lápices. La nota fue relevante principalmente porque
quedaba en evidencia la falacia de que Pablo Díaz era el único
sobreviviente, puesto que Moler dejaba constancia de que Gustavo
Calloti (otro de los involucrados) vive en Francia y otra joven
también protagonista del hecho, Patricia Miranda, en La Plata.(3)
Por otro lado, la reporteada explicaba que “no fue
exclusivamente la lucha por el boleto, eso era un objetivo
superfluo que fue utilizado buscando reivindicar la militancia.
[…] No creo que a mí me detuvieran por el boleto. La lucha fue en el
año 75, además no secuestraron a miles de estudiantes que
participaban en ella”.
En otro medio gráfico, Moler denuncia que “en la sociedad quedó
instalado que había sido la marcha por el boleto estudiantil, pero
el problema era que militábamos y con eso relaciono nuestra
detención”.
Es necesario destacar que cuando la entrevistada habla de
militar, se refiere a militancia en la UES, es decir, en una fachada
del terrorismo montonero. Prosigue Moler: “El boleto había sido un
motivo claro para organizarnos, pero ocurrió en el ‘75. Fue mucho
antes de nuestras detenciones”. Sobre la cantidad de
sobrevivientes, expresa contundente: “Siempre fui fiel al relato
de que éramos cuatro los sobrevivientes”.(4)
En lo que respecta al supuesto único sobreviviente Pablo Díaz,
presentado en el embustero filme como un cariñoso adolescente de
inmaculados sentimientos, en rigor de verdad formaba parte del
aparato terrorista del PRT-ERP, ya que “militaba en el Frente
Estudiantil de la subversión de la JG (Juventud Guevarista), rama
que englobaba activistas del PRT-ERP inscriptos en institutos
educacionales, de donde se extrajeron primordialmente
renovadas camadas terroristas.
Fue de esa militancia castro-guevarista (es decir
marxista-leninista) nunca desmentida y ahora reafirmada por el
propio interesado, que el casi veinteañero Díaz (un poco grande para
estudiante secundario) resultó detenido entre 1976 y 1980”.(5)
Algunos años después, y ya siendo no tan joven, “Pablo Alejandro
Díaz hizo conocer su filiación al grupo terrorista MTP (Movimiento
Todos por la Patria), prolongación del ERP, comandado por el
asesino Enrique Gorriarán Merlo, que en 1989 asesinara a diez
soldados e hiriera y mutilara a otros sesenta durante el ataque
terrorista al Regimiento 3 de Infantería Mecanizado ‘General
Belgrano, en La Tablada”.(6)
Las pruebas están a la vista y son brindadas por los propios
protagonistas del difundido suceso: la historia oficial de La
noche de los lápices no es más que una patraña, una total y completa
ficción. En efecto, miente cuando dice que hubo un solo
sobreviviente, dado que cuatro de los implicados, para la dicha
popular, viven según quedó documentado; y miente cuando sostiene que
fueron perseguidos tan sólo por “bregar por el boleto
estudiantil”, cuando sus propios protagonistas afirman lo
contrario: fueron detenidos por formar parte de estructuras
vinculadas al terrorismo subversivo.
A efectos de evitar malas interpretaciones por parte del
lector, vale aclarar que en modo alguno pretendemos justificar
los métodos para combatir al terrorismo que diseñó el peronismo en
democracia (con la Triple A primero y con los decretos de
aniquilamiento después) y que continuaron empleando las Fuerzas
Armadas luego de marzo de 1976.
Sin embargo, estamos convencidos de que la falaz versión
oficial de “La noche de los lápices”, lejos de ser un aporte a la
memoria de los caídos en el acontecimiento, no constituye más que
una grotesca burla y rotunda falta de respeto contra estos jóvenes
combatientes que cayeron en la guerra revolucionaria que sus
organizaciones guerrilleras le declararon al pueblo argentino
en los años ‘70.
*(El autor tiene 20 años, es estudiante universitario y autor de
numerosos artículos de opinión e investigación sobre los años
70´. Está culminando su primer libro en la materia, que será
publicado a principios del año que viene).
Fuentes:
(1) Ley provincial 10. 671, 31 de agosto de 1988.
Citada en Márquez, Nicolás. La mentira oficial. El setentismo como
política de Estado. 3º ed. Buenos Aires, Edición del autor, 2007. p
309
(2) Gorbato, Viviana. Montoneros. Soldados de Menem.
¿Soldados de Duhalde?. Buenos Aires, Sudamericana, 1999, pp.
96–97-98
(3) Datos citados en Márquez, Nicolás. La
mentira oficial. El setentismo como política de Estado. 3º ed.
Buenos Aires, Edición del autor, 2007, p. 253
(4) Diario Hoy. La Plata, Argentina. 14 de septiembre de 2006.
(5) Revista Cabildo, Nº 128, Buenos Aires, 1989.
Citado en Márquez, Nicolás. La mentira oficial. El setentismo como
política de Estado. 3º ed. Buenos Aires, Edición del autor, 2007,
p. 252
(6) Márquez, Nicolás. La mentira oficial. El
setentismo como política de Estado. 3º ed. Buenos Aires, Edición del
autor, 2007, p. 252
Fuente: Notiar
Autor: Agustín Laje Arrigoni
FUENTE :
http://www.lahistoriaparalela.com.ar/2009/10/26/el-mito-de-%E2%80%9Cla-noche-de-los-lapices%E2%80%9D/
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