En
las cercanías de la ciudad de Boston, Estados Unidos, se ubica el
poblado de Lexington, lugar donde se llevó a cabo el primer combate de
la Guerra de Secesión de aquél país, hacia 1775. Un navío de guerra
norteamericano yace en las costas del lugar: es la fragata USS
Lexington, una de las tantas que llevan el mismo nombre de aquella que
en diciembre de 1831 destruyó casi por completo las defensas argentinas
asentadas en Puerto Soledad, Islas Malvinas, cuando gobernaba don Luis
Vernet. Una placa recuerda este cobarde episodio en el sitio nombrado.
Los
invasores, entonces, ocuparon los edificios principales, incendiaron la
pólvora acumulada del lugar, saquearon propiedades privadas y apresaron
a veinticinco pobladores para averiguar quiénes habían osado detener
unos buques balleneros estadounidenses que cazaban de manera ilegal. Con
irreverencia, Silas Duncan, el comandante de la Lexington, expresó que
las islas pertenecían “al mundo”. No será esta acción un hecho aislado
ni mucho menos. A lo sumo habría que decir que Duncan fue el primero de
una serie larga de piratas y depredadores de ultramar que intentaron
apoderarse de nuestras islas Malvinas. Tres intentos más, los de la
goleta Dash, el cúter Sussanah Anne y la goleta Exquisite, de bandera
yanqui, imitaron el triste ejemplo de Duncan al saquear la ganadería
malvinense hasta hacerla prácticamente desaparecer. Las
declaraciones de aquél, aludiendo la supuesta “universalidad” de
Malvinas de seguro ayudaron a alentar las tres acciones ilegítimas.
La
intermitencia de los ataques impidió, por ende, fortalecer la presencia
argentina en Puerto Soledad, lo que permitió una vertiginosa sucesión
de gobernadores político-militares sin que se pudiera restablecer el
orden adecuado para ejercer con solvencia la soberanía nacional. Luis
Vernet, el primer comandante político y militar de Malvinas, ungido como
tal por el gobierno de Buenos Aires, se aleja de la isla Soledad y fija
rumbo al puerto de Buenos Aires, dejando el mando al sargento mayor de
Artillería don Francisco Mestivier. Así
lo manifiesta el decreto del 10 de setiembre de 1832, emanado del
Ministerio de Guerra y Marina, el cual decía: “El gobierno de Buenos
Aires, hallándose en ésta el comandante político y militar de las islas
Malvinas y sus adyacentes en el mar Atlántico, don Luis Vernet, y no
pudiendo aún regresar, ha acordado y decreta: 1º) Queda nombrado
interinamente comandante civil y militar de las islas Malvinas y sus
adyacentes en el mar Atlántico, el sargento mayor de Artillería don
Francisco Mestivier”.
Poco va a durar Mestivier como gobernador, pues un motín de dudosa
procedencia termina matándolo en diciembre de 1832. Como buen militar
que era, Francisco Mestivier repuso el orden y la soberanía argentina en
Puerto Soledad, fortificó las defensas e hizo enarbolar nuevamente el
Pabellón Nacional. Los peones
obedecían correctamente las órdenes y fueron tratados con todo respeto.
La situación, sin embargo, volverá a caer en una anarquía atroz. Habiendo
quedado Juan Simón como el hombre fuerte del lugar, siendo el capataz
de los peones, comienza a tomar notoriedad…y también empiezan sus
abusos.
La goleta Sarandí decide regresar a Puerto Soledad, noticia que no fue
tan bien recibida por Simón, pues éste veía en tal regreso la
imposibilidad de asumir como comandante político y militar de las Islas
Malvinas, cargo que ya había sido asignado al teniente coronel de Marina
José María Pinedo, quien viajaba en la goleta y era el hombre de
confianza de Luis Vernet. Pinedo,
por tanto, puso fin a los amotinados, pero cuando el 3 de enero de 1833
la fragata inglesa Clío desembarca e invade las Islas Malvinas, el
teniente coronel no intentó defender esa posición, y entonces embarca la
escasa tropa que tenía consigo y regresa a Buenos Aires. Iza la bandera
argentina y la deja al cuidado de Juan Simón, nombrado por Pinedo como
nuevo comandante político y militar de las islas.
Antonio Rivero, el peón justiciero
Antonio Rivero, gaucho entrerriano, llega a las islas Malvinas en el año
1827, y fue un testigo presencial fundamental de todo lo antes
referido. Se dice de él, que trabajó de peón en Puerto Soledad atrapando
ovejas y cerdos, a los que luego amansaba. La gran mayoría de los
gauchos e indios insurgentes del 26 de agosto de 1833 eran peones, las
más de las veces, mal pagos.
Juan Simón hizo manejos turbios con dinero que, al parecer, les pertenecía a los peones de Puerto Soledad. Mientras
Simón fue comandante político y militar, el capitán John James Onslow,
comandante de la fragata inglesa Clío, le “permitió” ostentar dicho
cargo, situación que lo puso en ridículo ante los peones que tuvo tiempo
atrás a su cargo, y también ante el resto de la población. Era una
marioneta del invasor inglés. También se le atribuye a Simón el haber
destruido las cuentas que llevaba de los efectos y el dinero que hizo
junto a su amanuense Francisco Freyre, producto de las ventas de reses a
los buques depredadores extranjeros.
Luego de que los británicos ocuparan las islas Malvinas aquel 3 de enero
de 1833, un grupo de tres gauchos (Antonio Rivero, Juan Brasido y José
María Luna) y 5 indios (Manuel González, Luciano Flores, Manuel Godoy,
Felipe Salazar y M. Latorre, éste de ciudadanía chilena) acopian armas y
puñales y en agosto del mismo año hacen frente a la usurpación. Logran
quitarles la vida a cinco personas, entre ellas Juan Simón y el irlandés
Guillermo Dickson. Este último fue el encargado, por orden expresa del
comandante John Onslow, de izar y arriar el pabellón británico cada vez
que pasara una embarcación y todos los días domingos.
La bandera del usurpador dejó de flamear desde agosto de 1833 hasta enero de 1834. No
obstante, la suerte de los valientes restablecedores de la soberanía
nacional sobre las islas Malvinas tuvo un vuelco significativo cuando
llega a las costas de Puerto Soledad el barco inglés Challenger, el 8 de
enero de 1834, pues el capitán Seymour despachó al teniente Henry Smith
junto a cuatro suboficiales y 30 soldados de Marina para que busquen al
grupo liderado por Antonio Rivero. Recién el 21 de enero los ingleses logran recuperar el control de Puerto Soledad. La persecución fue más punzante, y Rivero y su gente debieron pedir pequeñas treguas por la falta de alimentos. El
primero en entregarse fue el gaucho José María Luna ante el capitán
Seymour el 11 de enero, y el último fue el gaucho Antonio Rivero, el
martes 18 de marzo de 1834.
Conducido a Londres fue juzgado por un tribunal militar -instancia de la
que poco y nada se sabe al respecto-, y luego Rivero fue devuelto a
Buenos Aires donde posteriormente integró los ejércitos de la
Confederación Argentina. Se
estima que murió combatiendo otra vez a los ingleses, junto a sus
aliados de Francia, en la Batalla de la Vuelta de Obligado, el 20 de
Noviembre de 1845.
Muchas
generaciones, siguieron y seguimos viviendo con el culto de la
Soberanía Nacional, basados en la filosofía aglutinante de ser Patria y
no colonia, ser potencia y no factoría, nación y no satélite, ni campo
de pastoreo de “mesiánicos” o “iluminados” gobernantes.
Rivero, ha sido el punto de partida, de la nación Justa, Libre y Soberana que merecemos los Argentinos.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Muñoz Azpiri, José Luis – Soledad de mis pesares. Crónica de un despojo, Corporación Buenos Aires Sur (2007).
Scolaro Francisco – El “Gaucho” Rivero – Rafaela, Pcia. de Santa Fe (2006)
Tesler, Mario – El gaucho Antonio Rivero, Bs. As, Theoria, 1970.
Turone, Gabriel O. – La Rebelión del Gaucho Rivero (2007).
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